Conozco un lugar al que acudo
cuando me pierdo y me enroco
cual oruga a la que molestan sin permiso.
Es el bosque de las palabras en el que me siento
en su colcha de vocales y persigo consonantes
hasta conjugar retratos como cordura,
o amor, o sosiego.
Primero se saca el jugo de la soledad
para después
desenterrar lo divino y lo humano que brota de la tierra.
A veces vienen hombres malos y talan de cuajo
la inteligencia
o la paz, o la honradez.
Pero...¡ay!
Algunas palabras no viven en almas podridas y viejas.
Las raíces del respeto y la coherencia
aguardan en corazones nobles y vivos.
De vez en cuando todos los hombres y mujeres de este mundo
deberían respirar por un instante
en la maravillosa parcela
del bosque solitario de las palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario