Hoy no quiero atar tus manos
a aquella mecedora vieja.
¿Te acuerdas?
Se coló una vez
en una fotografía nuestra.
Hoy arrancaría de cuajo
los ojos que me miran
por encima del hombro
y vigilan incesantes mi trajín.
Hoy no soporto esta frontera
que existe entre mi mundo
y esas palabras mudas
que cuelgan de bocas sin besar.
Tu cortina de cristales empañados
y las canciones que ya no escucho,
sólo nublan mis razones
y engañan al recuerdo.
Hoy deseo, (y yo me entiendo),
respirar y cantar por soledades
que riego a diario entre algodones.
El tiempo, sabio bálsamo dilatador,
hizo bien su trabajo
y dejó como un principio
la belleza de todos los finales.
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